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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Why Is Sex Fun?: The Evolution of Human Sexuality
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9780465031276
Editorial: DEBATE
Este libro no te enseñará nuevas posiciones sexuales, ni cómo resolver problemas relacionados con el sexo: Jared Diamond explica aquí el por qué del comportamiento de los humanos y la razón por la que hacemos lo que hacemos para que el sexo sea tan divertido.
La mayoría de los mamíferos no viven una vida nuclear formada por un adulto macho y un adulto hembra emparejados que cuidan de su prole.
En lugar de ello, en muchas especies de mamíferos, tanto las hembras como los machos adultos son solitarios, por lo menos durante la temporada de cría. Se encuentran solo para copular.
Las hembras adultas, en su mayor parte, utilizan varios medios para anunciar llamativamente la breve fase de su ciclo reproductivo en la que están ovulando y pueden ser fertilizadas.
Las hembras solicitan relaciones sexuales solo durante estos días fértiles. Son poco o nada atractivas para los machos en otros días porque carecen de las señales excitantes, y fuera de esa fase rechazan los avances de cualquier macho que a pesar de todo esté interesado.
De esta manera, el sexo no se procura por diversión y rara vez está separado de su función de fertilización.
A diferencia de los animales que tienen sexo frente a otros, o que solo se basan en ciclos reproductivos para tenerlo, los humanos casi siempre se rigen por normas sociales: solo tienen una pareja, practican sexo casi todo el tiempo y a determinada edad la mujer ve afectado su interés por la pérdida de su fertilidad, etapa que se conoce como menopausia.
La clave para entender la sexualidad humana es reconocer que se trata de un problema de biología evolutiva. El comportamiento social genera consecuencias en la supervivencia y la reproducción.
Algunas características sexuales podrían ser más ventajosas que otras para la supervivencia y la reproducción, según la disponibilidad de alimento que tenga cada especie, su exposición a depredadores y otras características biológicas.
Nuestro esfuerzo por entender la sexualidad humana debe comenzar por tomar distancia de nuestra retorcida perspectiva, justamente, humana.
Somos animales excepcionales, nuestros padres permanecen juntos incluso después de copular, estando ambos implicados en la cría de los niños resultantes.
Nadie se atrevería a afirmar que las contribuciones parentales de hombres y mujeres son iguales; en cambio, estas tienden a ser en extremo desiguales en la mayoría de los matrimonios y las sociedades, pero la mayoría de los padres contribuyen de alguna manera al cuidado de sus hijos, aunque solo se trate de alimentación, defensa o derechos.
La mayoría de los mamíferos machos no tienen ninguna implicación con su prole después de inseminar; están demasiado ocupados buscando otra hembra.
Esto proviene de una cuestión genética en la selección natural. Es un patrón de comportamiento transmitido en los genes que ayuda a los individuos de una especie ya sea a entender, como los caballos de mar, que deben cuidar a sus crías, o como los orangutanes, con quienes pasa todo lo contrario.
En el caso de las hembras, en casi todos los casos el cuidado de las crías es obligatorio, cuidan de los bebés hasta que los consideran aptos para sobrevivir sin su ayuda. Pero la diferencia es que los humanos pueden pasar toda la vida al lado de sus hijos.
La razón por la que los machos abandonan a las hembras cuando están preñadas es que durante ese periodo no ovulan y por lo tanto no son atractivas.
No muy alejado de la realidad, es lo mismo que hacen los humanos con sus parejas. La mayoría de los matrimonios terminan durante el embarazo o en el periodo de lactancia, en donde la tarea de la mujer es cuidar a la cría y no puede brindar al hombre la satisfacción de sus necesidades sexuales, por lo tanto no es atractiva.
Hoy se espera de los hombres que compartan el cuidado de los hijos. No hay excusa para no hacerlo, ya que son perfectamente capaces de hacer por sus hijos prácticamente cualquier cosa que las mujeres pueden hacer.
El tema de la lactancia masculina es perfecto para continuar con la batalla de los sexos, pues ilustra el fallo de las explicaciones fisiológicas y la importancia del razonamiento evolutivo para entender la sexualidad humana.
Es cierto que ningún mamífero macho jamás ha quedado embarazado, así como la gran mayoría de mamíferos machos tampoco dan de mamar a sus crías.
Sin embargo, en los caballos de mar, por ejemplo, es el macho el que se embaraza. ¿Por qué esto no se cumple también en los humanos?
En cuanto a la supuesta necesidad del embarazo como experiencia preparatoria para la lactancia, muchos mamíferos hembras, incluyendo muchas mujeres, pueden producir leche sin haber sido preparadas previamente para el embarazo.
Muchos mamíferos machos, incluso algunos hombres, sufren desarrollo del pecho y pueden amamantar cuando se les proporcionan las hormonas necesarias.
Se debe reconocer que el hecho de que el hombre no pueda dar leche a sus hijos ya no es un impedimento fisiológico, también lo es psicológico. Si un hombre diera el pecho a su hijo sería la burla de los demás.
Quizá nuestra mayor distinción como especie es nuestra capacidad, única entre los animales, de hacer elecciones contraevolutivas. La mayoría de nosotros elegimos no matar, violar o llevar a cabo genocidios a pesar de las ventajas que esto podría darnos como medio para transmitir los genes.
¿Será la lactancia masculina otra elección contraevolutiva?
Somos peculiares en nuestra casi continua práctica del sexo, comportamiento que es consecuencia directa de nuestra ovulación oculta. En las hembras de otras especies es notorio, en las mujeres no.
Los humanos practican el sexo en cualquier momento, sin necesidad de ajustarse a ningún ciclo de reproducción. Las mujeres lo solicitan cualquier día y los hombres actúan aun sin saber si su pareja está ovulando o no.
No solo tenemos relaciones sexuales en el momento “inapropiado” del ciclo, sino que continuamos practicando el sexo durante el embarazo y después de la menopausia, cuando sabemos con seguridad que la fertilización es imposible.
¿Por qué la mayoría de los animales solo considera divertido el sexo cuando la hembra puede ser fetilizada?
El comportamiento evoluciona a través de selección natural, de la misma forma que también lo hace la anatomía, de manera que si el sexo es placentero, la selección natural debe ser responsable de ese resultado.
El sexo requiere esfuerzo y energía, y esa es la razón por la que las demás especies lo utilizan solo cuando saben que obtendrán un resultado diferente al del placer.
De alguna manera, evolucionamos para hacer posible nuestra combinación única de matrimonio, coparentela y tentación adúltera.
La próxima vez que estés practicando sexo por placer, en un momento infértil del ciclo ovulatorio, mientras disfrutas de la seguridad de una relación monógama duradera, reflexiona acerca de cómo tu dicha es posible debido a aquellos rasgos de tu fisiología que te hacen diferente a tus ancestros.
Los papeles económicos de hombres y mujeres están diferenciados en todas las sociedades supervivientes de cazadores-recolectores, una categoría que engloba todas las sociedades humanas.
Los hombres pasaban más tiempo cazando animales grandes, mientras que las mujeres recolectaban alimentos vegetales y animales pequeños, y estaban pendientes de sus hijos.
Los hombres eran mucho más capaces que las mujeres de realizar esta tarea de cazar animales grandes, por lo que no tenían que cargar y cuidar bebés todo el tiempo.
Y esto sigue pasando en las sociedades modernas: las mujeres siguen dedicando más tiempo al cuidado de los hijos que los hombres, mientras que ellos siguen “encargándose” de proveer el alimento a sus familias.
Sin embargo, actualmente las mujeres cumplen ambos papeles, se dedican a los niños y también trabajan para proveer de alimentos el hogar.
Incluso entre las devotas parejas que trabajan, los estudios de empleo del tiempo muestran que las mujeres trabajadoras estadounidenses dedican como media el doble de horas que sus maridos a sus responsabilidades, y aun así las mujeres reciben la mitad del salario que los hombres.
Por lo tanto, los estudios de empleo del tiempo muestran que los hombres tienden a sobreestimar sus propias horas y a subestimar las de sus esposas en cuanto a las contribuciones para el mantenimiento de la casa.
Es por eso que hoy en día se cuestiona qué papel tiene el hombre, si las mujeres son capaces de hacer todo ellas solas.
La mayoría de los animales salvajes siguen siendo fértiles hasta que mueren, o bien hasta que ese momento está próximo.
En el caso de las hembras humanas, estas experimentan una caída en picada de su fertilidad desde la edad de 40 años y en una década aproximadamente llegan a la infertilidad total.
La menopausia femenina humana, para algunos científicos, es considerada una aberración en el mundo animal y una paradoja intelectual.
La esencia de la selección natural es que promueve genes responsables de aumentar el número de los descendientes propios que llevarán esos genes.
Para los biólogos evolutivos, la menopausia femenina se halla dentro de las características más peculiares de la sexualidad humana, y dentro de las más importantes.
Teorizar acerca de las bases evolutivas de la menopausia femenina humana debe tener en cuenta cómo la estrategia evolutiva, en apariencia contraproducente, de procrear menos bebés podría de hecho dar como resultado que sobrevivan más.
Evidentemente, a medida que la mujer envejece, puede hacer más para incrementar el número de personas que llevan sus genes mediante la dedicación a sus hijos existentes, sus nietos potenciales y sus propios parientes, en vez de producir un nuevo hijo.
De esa forma es que la evolución y la selección natural han dado como resultado que a determinada edad las hembras humanas dejen de ser fértiles, para poder crear a una raza de humanos más evolucionados y mejor cuidados que las de otras especies.
Las señales son esenciales para la comunicación animal, es decir, el proceso mediante el cual un animal altera la probabilidad de que otro animal se comporte de una manera que puede ser adaptativa para uno o para los dos individuos.
Las señales de los humanos y otros animales han evolucionado a través de la selección natural.
Los animales se hacen señales los unos a los otros a través de muchos canales de comunicación. Entre los más familiares se encuentran las señales auditivas, como cantos territoriales o la forma en que colocan las orejas.
De igual forma, en el plano sexual, los animales tienen señales para indicar que el ciclo reproductivo ya comenzó, la vagina de las hembras se inflama y es notoria para los animales, los machos al olerla hacen bailes sexuales o peleas por alguna hembra.
En el caso de los humanos, estas señales son diferentes. La suma de las muchas que se dan se conoce como atractivo sexual y la mayoría de ellas se muestran de manera inconsciente.
La forma en la que vestimos, cómo hablamos y cómo nos movemos influye al momento de atraer sexualmente a alguien. En el caso de las mujeres, es la belleza facial o estética; en el caso de los hombres, son los músculos.
Todo al momento influye, incluso aquello que creemos que no.
El asunto del sexo nos preocupa. Es la fuente de nuestros placeres más intensos. Y frecuentemente es también causa de tristeza.
Asumimos que somos seres evolucionados y que muchas de las cosas que hacen los animales son muy distintas a las que hacemos nosotros. En muchos casos efectivamente es así, aunque no en todos.
Si no cuestionamos nuestro pasado, será muy difícil entender nuestro presente, cuando en realidad la clave está ahí.
Si te interesa conocer más sobre el por qué de tus comportamientos, en “Un clavado a tu cerebro” de Eduardo Calixto encontrarás las respuestas a esas preguntas.
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Geógrafo y escritor estadounidense que se ha dado a conocer por sus importantes aportes en el mundo científico acerca del comportamiento de los humanos. Ganó un... (Lea mas)
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